29.4.10

Cielo

Acaso la felicidad sea que el céfiro despeje la niebla que estos días nublaba mi contento, que distinga otra vez los colores brillantes --el verde y el turquesa--, de mi jardín secreto, y me sienta, sin poder explicarlo y contra todo pronóstico, por un instante, feliz, tanto que quisiera morir justo ahora, para no dejar que se acerque de nuevo la tormenta, para así, reencarnarme en el niño sonriente que nunca he dejado de ser aunque la arena del reloj lo hubiera sepultado, porque ahora tengo un jardín recién pintado y una mirada nueva con la que mirar el mundo y eso es casi un universo entero alojado en el pecho, yo que nada esperaba, que tal vez me había resignado, y me parece suficiente para morir o seguir viviendo un día más, rodeado de este cielo desvelado, puro y frágil, pero cierto.